martes, 27 de enero de 2009

Días y Flores

"(...) Si un día me demoro, no te impacientes,
yo volveré más tarde.
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día:
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba "la rabia de muerte",
la rabia imperio asesino de niños,
la rabia se me ha podrido el cariño,
la rabia madre por dios tengo frío,
la rabia es mío "eso es mío, sólo mío",
la rabia bebo pero no me mojo,
la rabia miedo a perder el manojo,
la rabia hijo zapato de tierra,
la rabia dame o te hago la guerra,
la rabia todo tiene su momento,
la rabia el grito se lo lleva el viento,
la rabia el oro sobre la conciencia,
la rabia "coño" paciencia paciencia.

La rabia es mi vocación.

Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.

En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor."

"Días y Flores" - Silvio Rodríguez

lunes, 13 de noviembre de 2006

La sombra de Heidegger




Las vicisitudes del destino llevan a cualquier persona a confrontar situaciones límites, contrapuestas, incómodas, indeseadas, e incluso, felices. A veces, las primeras son consecuencia de actos, o de consecuencia de otras situaciones, o de desgracias. Sin embargo, siempre se deben llevar por delante, de manera de avanzar. De no estancarse.


Pero, de todas formas, hay momentos en los que aquellas fotos de la vida que no nos gusta repasar nos sirven de empuje, de palanca. Esos momentos límite, incómodos, indeseados. Esos momentos, en otras circunstancias, los buscamos, para aprender a resolverlos. Para mejorar. Y sino, para incrementar la capacidad de solución. Para conocer esos lugares donde uno nunca estuvo, pero acepta como terribles, basado en experiencias ajenas.


La filosofía muchas veces nos brinda la posibilidad de imposibilitarnos; de complicarnos el entendimiento mediante la imposición de obstáculos, tal vez no necesarios. Esos, fieles visitantes, uno puede desafiarlos mediante el error. Y si, quizás, no fui claro, mi interés recurrirá a José Pablo Feinmann para explicar lo que muchas veces, es tan complicado de comprender: Las decisiones ajenas.


El Padre, Dieter, le escribe una carta a su hijo, Martín. Fragmento:


"Sé que leerás por primera vez esta carta a tus escasos catorce años. Trataré de ser desesperadamente claro. Sé, sin embargo, que la seguirás leyendo a lo largo de tu vida. No quiero, entonces, dejar de lado las dificultades de lo que no es fácil. Ahí donde no me entiendas, léeme otra vez. Y otra vez. Y una vez más. Y si no entiendes, continúa. Alguna vez entenderás. Pero no odies las dificultades ni te sientas herido por ellas. No están para atacarte ni desdeñarte ni señalar tus limitaciones. Están porque tienen que estar. Porque la filosofía (y ésta, aunque su autor jamás haya alcanzado las cimas que otros sí, que Kant, Hegel, Heidegger, definitivamente, sí, es la carta de un filósofo) reclama nuestra iteligencia y nuestra voluntad . También nuestro orgullo. No cedas. No te dejes abatir por los escollos. Hay cosas que son difíciles porque lo son. Porque una carta como ésta, en la que se traman la historia, la reflexión, las pasiones, el destino individual y el colectivo, la relación entre un Führer político y un Führer del pensamiento o entre un Maestro atrozmente genial y su azorado discípulo, entre un padre y un hijo, entre un padre y un hijo al que ese padre le explica las razones últimas de decisiones últimas, una carta escrita para echar alguna luz sobre situaciones límite, no puede tener la transparencia de lo inmediato. Todo lo inmediato es incompleto. Todo lo que no vuelve sobre sí, lo que no se quiebra, no padece ruptura alguna, no crece. Se crece, siempre, entre tormentos, entre quiebres irreparables, dolorosamente. No hay "lo malo" como hay "lo bueno". Lo justo y lo injusto se confunden. La tragedia no es la lucha de lo bueno contra lo malo o de lo injusto contra lo injusto. Es la lucha de lo justo contra lo justo. Antígona y Creonte, Martin: ésa es la tragedia, el enfrentamiento de dos legalidades verdaderas. Ya reconocerás a Hegel en estos tumultos, en estas sediciones contra lo llano, lo mediocre. Escucha: "Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento".






Esta carta es la historia de un absoluto desagarramiento. Del des-ocultamiento de la verdad. Y de sus consecuencias. "